Reyes desterrados, siluetas de otros tiempos, mendigos de este siglo brutal suben el telón. Traigo mi mapa borrado, brújulas dándome el sur y un calendario que deshojó cada día que se me perdió. Fotos de un mundo olvidado, hechas cenizas ayer. El capitán de lo que se fue tripulando cáscaras de nuez. Soy testigo de que fui testigo que viví un tiempo en el que estuve vivo (Y que soy) Rey de un reino que perdí el día en que nací en una casa de pensión. Viajan conmigo los trenes sin rieles de aquella niñez, mil aeroplanos que tienen un campo descalzo a sus pies. Soles y truenos de azufre, de tierra mojada y jazmín, lunas de mayos y octubres sangrando bandera y fusil. A ciudad alejándose en los barcos a vapor, un zaguán, un manojo de geranios y tu voz alza vuelo en el pañuelo del andén. Traigo en las maletas madreselvas y violetas, rezongones bandoneones de papel. Vengo de otro tiempo, barriletes en el viento, zepelines en el cielo del ayer. Un baúl con la sombra derrotada de un disfraz, un reloj con las horas que me alcanzan para dar contra el tiempo, la penúltima función.