Fui hasta la ribera, la misma que antaño, un lejano abril de hace cuatro siglos vio a don Juan de Vera bajar de aquel barco y darle su nombre al agreste sitio. Las cuarenta chozas que se levantaron sobre las arenas bajo el sol ardiente murmuran el eco de un viejo milagro, y oigo la leyenda que ciñó tu frente. Desde Punta Inga voy a Yatictá Arazá recibe mi triste orfandad, Ñaró se desliza para recordar que el río es furioso en ese lugar. Tacurú y Tacuara pintan con azul un noble madero con forma de Cruz y el Arazaty parece añorar aquel viejo tronco de fuerte urunday. Recitado: Los nativos temen el Payé-Guazú, con noble urunday se labró tu cruz… Dicen que, tres rayos, lanzó el Creador y el indio aguerrido a tus pies lloró. Por las siete puntas va mi corazón con las luminarias que mayo encendió. Son siete las velas, como es de esperar, que cuentan la historia del viejo solar. Las familias siempre quieren encender lumbres que se apagan al amanecer Y en la roja aurora de sangre otoñal mayo se perfuma con nubes de azahar. Llego con mi canto hasta el Paraná, ya no están las chozas que fundó don Juan, hoy es imponente la enorme ciudad pero sigue erguida la cruz de urunday. Desde Punta Inga voy a Yatictá Arazá recibe mi triste orfandad, Ñaró se desliza para recordar que el río es furioso en ese lugar. Tacurú y Tacuara pintan con azul un noble madero con forma de Cruz y el Arazaty parece gritar aquí esta Corrientes junto al Paraná.